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Encuentro en la Noche

Salía tarde del trabajo, agotada después de un día interminable. La ciudad estaba envuelta en una suave neblina, y la brisa nocturna me hizo encogerme en mi abrigo mientras esperaba mi Uber en la acera. Finalmente, un auto oscuro se detuvo frente a mí. El conductor, un hombre de ojos intensos y sonrisa cálida, me saludó amablemente.

“Buenas noches, Mariana. ¿Lista para ir a casa?”, dijo él con un tono que irradiaba tranquilidad.

Asentí y subí al asiento trasero. Mientras el auto avanzaba por las calles iluminadas por las farolas, el silencio inicial se rompió cuando él comenzó a conversar sobre trivialidades, pero con un toque de humor que logró arrancarme una sonrisa.

“Siempre es bueno encontrar a alguien que sonría después de un día largo,” comentó Daniel, observándome brevemente a través del retrovisor.

A medida que la conversación fluía, sentí una conexión inesperada con este extraño que me llevaba a casa. Hablamos sobre música, películas y nuestras pasiones en la vida. Daniel tenía una forma de escuchar que me hacía sentir comprendida, como si cada palabra que decía tuviera un significado profundo para él.

El trayecto, que usualmente me parecía eterno, pasó volando. Cuando llegamos a mi destino, ninguno de los dos parecía querer despedirse. Sin saber muy bien qué me impulsaba, lo invité a subir a mi apartamento para seguir conversando un poco más. Daniel aceptó con una sonrisa que mezclaba sorpresa y emoción.

Una vez en mi sala, la atmósfera cambió. La música suave de fondo, las luces tenues, y la intimidad del espacio crearon una burbuja donde el tiempo parecía detenerse. Sentados en el sofá, la charla se tornó más profunda, más personal. Compartimos detalles de nuestras vidas que rara vez confesábamos.

Poco a poco, la cercanía se hizo palpable. Nuestras manos se encontraron, primero de manera casual, luego intencionalmente. Las miradas se prolongaron, y el silencio entre nosotros dejó de ser incómodo para convertirse en expectante. El aire estaba cargado de una tensión dulce, como si ambos estuviéramos esperando que algo más sucediera.

Finalmente, fue Daniel quien dio el primer paso. Se inclinó hacia mí, acercando su rostro al mío, dándome el tiempo suficiente para apartarme si así lo deseaba. Pero no me aparté. Nuestros labios se encontraron en un beso suave al principio, que rápidamente se transformó en una muestra de pasión contenida.

La noche avanzó entre caricias, susurros y risas compartidas. No hubo prisa, solo el deseo de disfrutar cada momento, de explorar la conexión que habíamos descubierto esa noche.

Al amanecer, con los primeros rayos del sol filtrándose por las cortinas, supe que algo especial había nacido entre nosotros. Sin embargo, también sentí una extraña certeza de que ese encuentro sería único, irrepetible.

Después de aquella noche, nunca volvimos a vernos. A veces me pregunto qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes, si uno de los dos hubiera buscado al otro. Pero quizás la magia de ese encuentro radicaba precisamente en su fugacidad, en ser un momento perfecto e inmutable en el tiempo. Una historia sin final, pero llena de significado.

Cuéntanos tu historia nuestra comunidad lectora te lo agradecerá.

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2 comentarios

Hola bueno en mi caso es un relato de tipo gay, yo me inicie muy joven, no se si afortunadamente o desafortunadamente pero fue en casa con mi hermano mayor como dormíamos juntos fueron mas discretos nuestros encuentros sexuales, a veces el me despertaba poniéndome su vega atrás de mi, como yo dormía solo con ropa interior se sentía dura y caliente, yo me hacia el dormido, pero un día se dio cuenta que me hacia el dormido, pero que además me calentaba, ese día me pidió que me dejara metérmelo, pero lo rechace le dije que solo así por encima de la tela, pero desafortunadamente se le rozo, dos días después mejor me pidió que mejor me bajara el calzón, me convenció, se echo saliva para que resbalara mejor lo puso en medio de las piernas y se movía, sentía riquísimo como se deslizaba entre mis piernas lo sentía duro y muy caliente.
Así lo hicimos muchas veces, a veces por delante o por a tras, se subía en era muy rico, días después me pidió que me dejara dar piquetitos en la entrada de mi culo y por lo caliente me convenció me lo tallaba en medio de las nalgas y me piqueteaba en la entrada solo entraba la puntita, pero en una ocasión de tanta lubricación de que se había venido y de la saliva que me echaba se resbalo de mas y me metió la cabeza de su verga, me dolió un poco, quise sacarla pero no me dejo me tomo de la cintura y me dijo que no me moviera para que se me fuera abriendo un poco y así lo hice, después de ese día ya me metía diario solo la cabeza, día con día fue metiendo mas, mas hasta que por fin un día me la metió toda y lo sentí pegado a mi cuerpo, a partir de ahí ya me la metía a diario toda.
Si les gusto mi relato escríbanme, dure con el casi 8 anos haciéndolo y hubo muchas vivencias en ese periodo puedo contarles más.

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Compartiendo a mi esposa, eyaculan dentro de ella

Fuimos a una cantina con música viva donde veríamos a un amigo del ambiente swinger, que no tardó en llegar, con experiencia e iniciativa y muy simpático, actitud que agradó mucho a mi esposa, que de inmediato hizo química con él y empezaron a bailar.

El baile se presta para la cercanía y agasajo, situación que él no desperdicio y supo aprovechar provocando a mi mujer quien accedía a todo. Incluso por indicaciones de él fue al tocador para quitarse las pantaletas y que por debajo de la mesa las caricias ya fueran más directas en su vagina, lo cual provocó que nos dirigiremos al hotel. El traslado se prestó para más, ella me indicó que se iría con él en su auto y yo los seguí. Al llegar ella realmente iba super excitada. Él la había dedeado y puesto a mamarle la verga.

Ya en la habitación ambos se entrelazaron en gran encuentro de placer haciendo de todo, el mamaba su vagina provocándole intensos orgasmos, ella es multiorgásmica.

Ella a su vez, con gran placer, mamaba su muy parada verga hasta que con cierta desesperación pedirle que ya la penetrara y que lo hiciera sin condón. De inmediato el procedió, la excitación de ella era todo un espectáculo, gemía, gritaba y pedía más, y comentaba frases como “coges delicioso”, “rómpeme”, “dame todo”, “quieres mi culo tómalo”. Él la acomodaba de diversas maneras, de forma que yo pudiera grabarlos.

Hasta el momento que en un grito ella me dijo “mi amor, se está viniendo, siento toda su leche caliente, dile que me la de toda, que no dejé nada”. Y ambos quedaron pegados y relajados de tan inmenso placer.

Juan S

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